Industria versus vida saludable: ¿Cómo se alimentan nuestros niños y niñas?
Vivimos en una época donde la malnutrición por exceso afecta a millones de personas alrededor del planeta, ésta es una realidad en la que Chile no sólo está inserto, sino que con preocupantes cifras lidera los diferentes rankings de enfermedades como la obesidad. Este problema sanitario es transversal a los distintos grupos etarios, sin embargo la mayor preocupación radica en que afecta críticamente a las edades más tempranas, lo que cimenta una vida adulta marcada por enfermedades asociadas a esta epidemia.
Según el estudio “Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional para América Latina y el Caribe”, publicado este año por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, y la Organización Panamericana de la Salud, OPS, el sobrepeso y la obesidad en adultos y niños menores de 5 años, mantiene una presencia preocupantemente alta en la región, ello pues se estima que alrededor del 58% de la población (cerca de 360 millones de personas) tiene sobrepeso, y que la obesidad afecta al 23% (140 millones). Así, en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, el sobrepeso afecta a más de la mitad de la población adulta. La lista la lideran Chile, México y Bahamas con 63%, 64% y 69%, respectivamente. La proporción de mujeres con obesidad supera a la de los hombres y en más de 20 países la diferencia es mayor de 10 puntos porcentuales.
En Chile, según cifras emanadas de la Encuesta Nacional de Salud 2015, un 50% de la población mayor de 15 años vive con sobrepeso, mientras que un 80% declara llevar una vida sedentaria. Esto inevitablemente repercute en los y las más pequeñas, pues son ellos y ellas las que heredan ciertas costumbres y patrones tanto de consumo como de baja actividad física, las que sumados a estilos de vida sedentarias como mirar televisión, o utilizar desmedidamente aparatos tecnológicos con acceso a internet, logran en conjunto que el 60 % de los niños y niñas en edad pre escolar y escolar padezcan las consecuencias de tener sobrepeso y obesidad infantil.
El sobrepeso y la obesidad es, según la Organización Mundial de la Salud; la acumulación anormal o excesiva de grasa en el cuerpo; esta condición, que se puede identificar midiendo el índice de masa corporal (IMC), aumenta las probabilidades de padecer enfermedades no transmisibles y crónicas como la diabetes tipo 2, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y cáncer entre otras.
Según información de la FAO, la tendencia del sobrepeso y la obesidad en niños menores de 5 años ha mostrado un constante incremento, tanto a nivel global como en la mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe. Entre 1990 y 2015, la prevalencia mundial pasó de 4,8% a 6,2%, es decir que aumentó en cerca de un 30%. Estimaciones para los mismos años muestran que en la región la prevalencia de niños menores de 5 años con sobrepeso pasó de 6,6% a 7,2% de los cuales 2,5 millones de niños se encuentran en Sudamérica, 1,1 millones en Mesoamérica y 200.000 en el Caribe.
Como indica el informe 2017 del “Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional para América Latina y el Caribe” el consumo de productos con alto contenido calórico y bajo valor nutricional es cinco veces mayor en los países de ingresos bajos y medianos en comparación con los países desarrollados. Mientras en el ámbito mundial, las ventas de productos ultraprocesados aumentaron un 43,7 % entre 2000 y 2013; en América Latina, aumentaron un 48 %. Nuestra región figura como la cuarta a nivel mundial en mantener una mayor venta al detalle de productos ultraprocesados. Éstos, según el sistema Nova, son formulaciones industriales elaboradas a partir de sustancias derivadas de los alimentos o sintetizadas de otras fuentes orgánicas, la mayoría de estos productos contiene pocos alimentos enteros o ninguno, además de que para parecer verdaderos; se elaboran con saborizantes, aditivos y colorantes. Como ejemplo tenemos las papas fritas en paquete, helados, chocolates, dulces, galletas, jaleas, margarinas, yogurt, bebidas y néctares de fruta y preparaciones lácteas complementarias, sólo por nombrar algunos de una importante lista. Productos que justamente inundan los spot publicitarios en los medios de comunicación masivos.
En el análisis de la FAO y la OPS, donde se consideraron a nivel regional 13 países, cuatro de éstos: México, Chile, Argentina y Uruguay superan el promedio latinoamericano de 129,6 kilos per cápita, e incluso en el caso de México y Chile estos valores los ubican en el cuarto y séptimo lugar, respectivamente, entre 80 países de todo el mundo. Al contrario de Ecuador y Bolivia, naciones que cuentan con ventas per cápita por debajo de los 90 kilos, ubicándose entre los países con menores ventas de productos ultraprocesados en la región.
La normativa chilena
Desde hace unas dos décadas, se vienen implementando en el país, diferentes políticas públicas dirigidas a combatir la llamada malnutrición por exceso con el fin de fomentar a la vez una vida saludable, y disminuir así la prevalencia de las enfermedades crónicas no transmisibles. Una de ellas es la ley 20.606 sobre la composición nutricional de los alimentos y su publicidad, que luego de mantenerse en el congreso por más de 10 años, fue aprobada en 2012, sin embargo, debió esperar la creación de un reglamento sanitario para su aplicación.
Así fue como, el pasado 27 de junio de 2016 entró en vigencia la nueva ley de etiquetados de alimentos, una normativa que, entre otras medidas, establece la incorporación de los llamados sellos de advertencia que a partir de esa fecha debían estar presentes en todos los envases de los diferentes alimentos y productos que consumimos cotidianamente. Para sorpresa de muchos, bastantes productos que se nos vendían como saludables, diferentes marcas de cereales para el desayuno, galletas hechas de salvado, y jugos supuestamente elaborados a partir de frutas, aparecieron en las góndolas de los supermercados con dos o más sellos altos en; ya sea azúcar, grasas, calorías y sodio, dependiendo del caso.
Una ley que no sólo implicó un llamado de atención a la industria alimentaria, sino que también para padres, madres y adultos, en general, responsables de la alimentación de los más pequeños y pequeñas. Si bien la normativa chilena ya exigía que los alimentos rotularán en cada uno de los envases la información nutricional de los productos, los sellos “Altos en” llegaron para informar de forma explícita, qué estamos consumiendo al preferir uno u otro producto.
Panorama Local
Según Claudia Soto, nutricionista de la seremi de salud de la Región de Los Ríos, desde junio del año pasado se ha realizado un importante trabajo de promoción sobre los alcances de esta ley, incluidos los 42 establecimientos parvularios promotores de salud, así como los equipos de Atención Primaria de Salud, “Se hizo un proceso de capacitación, junto con Acción sanitaria de la seremi a todo el que lo pidiera en todas las comunas de la región; desde Centros de Padres, pasando por Juntas de Vecinos, Escuelas, Jardines infantiles y negocios locales, entre otros. El año pasado toda la sociedad civil y comunidad educativa tuvo acceso a los conocimientos necesarios para conocer la ley”.
Promoción de la nueva ley de etiquetados que, desde la seremi de salud, priorizará este 2017 el trabajo con madres, padres y apoderados, “Este año, lo que tenemos contemplado es trabajar específicamente con los Centros de Padres, a pesar de que el año pasado también estuvieron presentes, este año queremos focalizarlo aún más en ellos, pues en el tema de la alimentación, la familia es la que aporta el 80% en el cómo se alimenta un niño o niña, por lo tanto son ellos los que deben tener muy claro qué tipos de alimentos enviar al colegio y cuáles no enviar”. Trabajo que según la profesional no llega a todos los establecimientos de forma directa debido a diversos factores, desde los recursos con los que se cuentan para esta promoción así como la disponibilidad de los directivos de las distintas escuelas.
Según la profesional de la seremi de salud, la principal deficiencia hallada en las etapas de promoción de la ley es el desconocimiento y poca aplicación de las Guías Alimentarias Chilenas recomendadas por el Ministerio de Salud, “Una de ellas es: -Consuma al menos dos frutas y tres porciones de ensaladas al día-, eso lo escuchamos a diario a través de diversos medios, los niños y niñas lo repiten en sus casas, luego de escucharlo desde sus profesores o parvularias, entonces cuando yo nombro esas recomendaciones las personas las conocen, pero no las identifican con las Guías Alimentarias. En la medida que fomentemos volver a la alimentación casera y no a seguir esta alimentación rápida a través de la compra dentro o fuera de la Escuela, cambiaremos el chip”.
La nutricionista agrega que Chile es uno de los países del continente que más consume bebidas azucaradas, “En la mayoría de las casas, y estoy hablando de todos los niveles socioeconómicos; los papás hacen un esfuerzo para comprar bebidas, entonces nosotros desde la educación trabajamos por dar vuelta esa creencia de que la alimentación más sana es más cara; esa misma plata que gastan en bebida pueden ocuparla en un kilo de fruta, con esa misma plata se puede redistribuir. La idea es que las familias entiendan el rol que juegan en este ascenso de la obesidad infantil. Nosotros como padres somos responsables de la alimentación de nuestros hijos e hijas, por eso es que uno de los últimos mensajes de la Guía alimentaria es que volvamos a la comida casera, que volvamos a planificar nuestra alimentación, podemos cocinar en la tarde o cocinar el fin de semana, además, no es algo exclusivo de la mamá o de la mujer es algo que también puede hacer el papá o hacerse en familia”.
Por dar un ejemplo, en el caso de la ingesta diaria de bebidas de fantasía (gaseosas y jugos) las consecuencias para niños y niñas son críticas, “Como la glucosa ya está muy refinada, cuando se consume bebida; ésta pasa directamente a la sangre, por lo tanto aumenta el nivel de glucosa en el torrente sanguíneo liberando mucha insulina, con el consumo diario esto se va acrecentando, la insulina logra mantenerse alta para poder pasar la glucosa a las células, y con el tiempo eso provoca resistencia a la insulina, además la bebida trae ácidos, y con esto se corroe el esmalte dental, provoca a largo plazo osteoporosis, entre otros problemas”, explica Claudia Soto, nutricionista de la Seremi de Salud de los Ríos.
Según afirma la antropóloga Isabel Pemjean, en su publicación “Una historia con olor a leche: de la desnutrición a la obesidad, políticas públicas e ideologías de género” estos perjudiciales hábitos alimenticios surgen con el llamado Boom de las golosinas, “A partir de los noventa se supera la crisis económica de la década anterior, iniciando un período de bonanza con el consecuente incremento de la capacidad adquisitiva de la población, el que viene acompañado de la liberalización total de los mercados y la apertura a la industria global, incluida, por supuesto, la alimentaria. Comienza el boom de las golosinas, la aparición de productos con mucho azúcar, ricos en grasas y, sobre todo, alimentos procesados a los que la población no había tenido acceso anteriormente”.
Según la investigadora, “al país le cuesta una década entera darse cuenta de que el escenario ha cambiado y que el tipo de malnutrición al que debe enfrentarse se relaciona mucho más con la calidad de los alimentos que con su escasez”.
Ello, debido a que, según la publicación de Pemjeam; las políticas que erradicaron la desnutrición en nuestro país tuvieron tal eco, que se asentaron profundamente en el imaginario colectivo de la sociedad chilena, caritas redondas, rosadas y sonrientes eran sinónimo de buena salud hasta hace poco. Este escenario se acompaña de un importante desarrollo de la industria alimentaria que, por lo menos en Chile, asocia los bajos precios a los productos con más grasas y calorías, y los más caros a los más saludables.
Soberanía alimentaria
En este contexto es que surge la necesidad de fomentar una soberanía alimentaria, esto es no depender completamente de lo que nos ofrece la industria, sino más bien conseguir los productos que requerimos para nuestra dieta, desde el mismo lugar donde vivimos, aquello nos garantiza no sólo conocer la trazabilidad de estos productos, dónde y cómo fueron elaborados, sino que también la calidad de los mismos.
Por ejemplo, en nuestro territorio tenemos una importante herencia gastronómica a la que poner atención, una dieta equilibrada que proviene de los conocimientos ancestrales del pueblo mapuche, que durante siglos han utilizado productos entregados por la naturaleza.
En la región de Los Ríos, existen diversos ejemplos de quienes buscan justamente fomentar el uso de productos locales, uno de ellos es el “Tranfkintuwe” un mercado ubicado a un lado del terminal de buses de Panguipulli, donde quienes lo visitan tienen entre otros atractivos, la posibilidad de adquirir a precios accequibles; hortalizas, diversos vegetales y frutas producidas localmente y a baja escala, sin uso de pesticidas ni ningún agrotóxico.
La costa noreste de la región es otro ejemplo de dónde conseguir productos saludables y locales, un ejemplo es Villa Nahuel, comunidad lafkenche que ubicada en la costa de la comuna de Mariquina, a cerca de 23 kilómetros de San José de la Mariquina, ofrece gran diversidad de productos cosechados tanto desde la tierra, como extraídos de un mar libre de contaminación como lo es Mehuín.
Así como estos ejemplos, en las distintas comunas de la región existen alternativas para abastecernos de productos locales y fomentar nuestra soberanía alimentaria.
Si bien, a nivel mundial, la tendencia hacia el sobre peso y la obesidad es preocupante, todos y todas podemos aportar para disminuirla; un paso importante es ser conscientes de que la alimentación es nuestra mejor medicina, con ello tenemos el deber de educar a nuestra niñez acerca de la importancia de una alimentación saludable, junto con el simple paso de preferir alimentos producidos en nuestro territorio, tenemos acciones concretas a las que podemos optar para evitar que nuestros niños y niñas sean parte de los rankings de obesidad.
Justamente, a principios de marzo, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, Junaeb, anunció los primeros resultados del Mapa Nutricional 2016 que entre otras conclusiones reafirma la imperiosa necesidad de vigilar los hábitos alimenticios de nuestra niñez, según este informe a nivel nacional el 24,9 % de los niños y niñas que cursan kínder sufre de obesidad, y el 27 % de los y las menores de este nivel vive con sobre peso. En Los Ríos, las alarmantes cifras nacionales se repiten dejando a la región con 26, 6 % y 29,4 % de obesidad y sobre peso, respectivamente, sólo en el nivel de Kinder, ubicándonos en el cuarto lugar con mayores índices de obesidad y sobrepeso en comparación al resto de las regiones del país, en esta categoría.