PANDEMIA, TRABAJO Y CRIANZA TODO UN DESAFÍO DE UNA NUEVA FORMA DE TOMA DE ACUERDOS
Paula Lazo Riveros es la coordinadora del Hospital de Día Infanto Adolescentes de Valdivia que pertenece a la Dirección de Salud Mental del Servicio de Salud. Es trabajadora social y madre de 3 hijos, 2 hombres y 1 mujer de entre 19 y 10 años. Lleva 25 años con su pareja y su trabajo por su turnos durante la pandemia no duró mucho tiempo dado la urgencia de los casos que se atienden en la unidad de la que es parte.
Compartir los espacios, distribuir tareas en la casa de manera horizontal donde alternar el uso de mayor ancho de banda, muy apreciado para reuniones zoom o juegos en línea, es parte de los aprendizajes humanos que el confinamiento ha dejado para ella. En el plano laboral siente que reafirmó el convencimiento de que “las cosas no se hacen solas, no es uno el más bakan y el que puede hacerlo todo. Si no es colaborativamente, si no es en conjunto, la cosa no es”. Para ella esta reflexión no sólo tiene sentido con el contexto de pandemia, sino desde el estallido social. Entonces el aprendizaje es que “si no es con el conjunto, si no es con la intención colectiva, sino es con todas las visiones operando y observándolo desde ahí, no es; por que no resulta. El trabajo de equipo, de solidaridad, de sororidad porque las mujeres fuimos sororas. Las vecinas, por ejemplo, que ayudaron a cuidar”.
En el día a día laboral siente que esa reconstrucción de colectivo ha sido la clave para llevar adelante las tareas y hacerlo llevadero “cuando nosotros como equipos decidimos bajar los brazos y pensar colectivamente, nos aprendimos a cuidar entre todos. Uno cuidaba al otro. Cuando usábamos los Elementos de Protección Personal (EPP), uno se los ponía, pero el otro te revisaba. Y siempre había alguien que te supervisaba y alguien que aceptaba esa supervisión. Logramos sacar a flote a todos nuestros chiquillos. No perdimos a nadie y logramos egresar a muchos, o sea, lograr estabilidad en un momento de caos y eso fue el trabajo colectivo, pero la disposición a ese trabajo” explica Paula.
En este sentido ante la nueva alza de casos seguramente ya la pillará con más camino recorrido en lo personal y en lo profesional “hay que aprender que esto vino para quedarse, sino fue este bicho, será otro. El individualismo del sistema se contrarresta con una visión más holística, más de reconocer la diversidad. Cuando uno hace eso con los colegas, no importa el rol que te toque porque se colabora.
Ahora, si eso lo llevo a la familia, yo creo que nos hizo ponernos más creativos y vimos más horizontal la estructura familiar. Cuando nos alcanzaba el internet para los 5 ¿Qué trabajo era más importante?, ¿Cómo le das prioridad a eso?” reflexiona desde Valdivia Paula Lazo.
Ahora me toca a mi, ahora te toca a ti
Paula comentó que con los meses hubo que cambiar todo un mundo de prioridades en la familia. “Aprendimos que cuando uno estaba en zoom por un programa – desde la salud mental a mi me llamaron a varios Live. Cuando eso pasaba, todos los demás se desconectaban del internet para que el otro tuviera la posibilidad de fluir, pero después le tocaba a otro que le gustaba los videojuegos y se consumía todo el ancho de banda. Y nos rotábamos. Hay un mensaje que siempre da una amiga que dice: ni más que tu, ni menos que tu, igual que tu. Andábamos todo el día normándonos de esa manera. Un día unos se enojaban, pero hoy en día lo tenemos súper incorporado”.
Pero eso no fue siempre así, pues la cuarentena total llegó de forma abrupta a cambiar radicalmente las rutinas “habían pocos espacios preparados para que además cada uno tuviera su lugar tranquilo. Porque además uno molestaba al otro, si uno gritaba, el otro gritaba más fuerte y el otro gritaba” comenta respecto a cómo observó a sus hijos el primer período.
“Normalmente uno se levantaba temprano y a las 8 o 10 ya estaba trabajando y así hasta las 4 de la tarde porque uno tiene natación, el otro tiene instrumento. Mucho stress en un principio y después nos fuimos organizando tomando un poquito acuerdos, pero sobretodo tomando el consejo de las terapeutas ocupacionales. En mi pega hay una, así que todo lo que ella me da, lo replico. Además estaban todos conectados todo el día. Antes uno tenía más control respecto a la exposición a las pantallas y ahora con el argumento de que tiene que estar en clases, los cabros están 9 horas conectados a las pantallas y eso es mucho. Porque hasta las 13.30 ó 14. hrs están en clases y después toda la tarde jugando, además era invierno. Nosotros tuvimos que generar cambios radicales y hacer seguimiento. Poner horas, poner límites. Que las pantallas para diversión no sean más de 3 horas al día. Y Víctor tenía que perseguirlos. Y siempre se corría el límite porque él también quería usar pantallas, entonces yo llegaba como bruja en la noche requisando teléfonos, revisando que se hubieran hecho los acuerdos, entonces era súper estresante. Todos los niños subieron no se cuántas tallas. Mi hijo mayor y mi hija están en un club de remo, todos hacen remo, pero el mayor entrena, así que había que ir a dejarlo a las 6.30 am a entrenar y era de noche aprovechando el bloque que había para deportes. Nosotros vivimos en Collico cerca del Puente Santa Elvira. Esas funciones las fue asumiendo el Víctor porque además como es dirigente del Club. Cambio de rutinas, hubo que incorporar el deporte, reglamentar el uso de las pantallas. Era mucha carga para el Víctor entonces asumí algunas reuniones de apoderados. Había uno de los hijos que era el más rebelde y ese nos hacíamos cargo entre los dos”.
Lidiar con la sobrecarga bajo presión en lo personal y en lo laboral
Para ella afrontar esto fue un desafío conjunto de coordinar mundos y cambiar patrones sociales que perjudican el buen vivir y la convivencia. “La mujer culturalmente tiene como 3 turnos, estamos siempre con hartas cosas en la cabeza, la casa, los niños, fruto de la sociedad patriarcal. Yo puedo agradecer que tengo un compañero que asume hartas responsabilidades. No fue siempre así, sino que fue un proceso. Con mi compañero Víctor llevamos 25 años juntos, entonces en ese proceso hemos ido creciendo”. El se quedó más en casa cuando un intento de suicidio de uno de los pacientes que atiende Paula hizo que el equipo decidiera volver a trabajar presencialmente con los debidos resguardo.
“Cuando nosotros partimos con turnos, yo también estaba semanas enteras en la casa y era muy difícil porque éramos 5 conectados y no había internet que sostuviera eso. Y mi pega lo copaba todo. Yo estaba encerrada en el baño o en la bodega porque los temas que yo hablo en tribunales, por ejemplo, son imposibles de pasar por alto. Son temas delicados”. En esa modalidad duraron 2 semanas, un caso grave hizo que tuviera que volver a la presencialidad.
Paula es parte de un dispositivo de salud mental para estabilizar casos más agudos en la red y es un tipo de intervención con un enfoque comunitario, pero es clínico. “Trabajamos de manera multidisciplinaria, donde hay diferentes funciones”. El radio de acción del hospital de día son 45 kms. a la redonda, eso significa que podrían llegar de Máfil y de San José de la Mariquina por la salida norte, hasta Paillaco y de todo el sector costero, incluso de Corral. “Son pocos los usuarios porque la atención es diaria y se requiere la permanencia y la asistencia de un adulto que acompañe. Acá atendemos cuando un caso está muy agudo hasta 4 veces a la semana. En una época de normalidad teníamos atención de talleres para habilitar a los chicos a poder actuar, otros para estabilizarse en un contexto más social y con el tema de los aforos fue imposible eso, hubo que atender individual y ahí aumentó la carga laboral. Era un terapeuta, un chico, sociabilización y se iba rotando los especialistas para la estabilización, así que la carga laboral aumentó. Somos un grupo chiquitito que tenemos que dar contención emocional y estabilidad no sólo a los usuarios, usuarias, usuaries que atendemos, sino que también a sus familias”.
En el hospital donde ella trabaja se concentran los casos más agudos. Los Cesamco (Centro de Salud Mental Comunitario) en la región atienden muchos casos de 500, 800 mensuales, pero la periodicidad no es semanal, ni diaria, sino es una vez al mes. “Nosotros estamos con el usuario casi todos los días porque están descompensados si no están en el hospital, le estamos haciendo visitas domiciliarias, porque hay que llamar a la ambulancia, hay que llamar a un SOS, etc”.
A terrero iban con todos los implementos de protección como gafas y traje plástico “la mayor parte de las atenciones si no podían ser presenciales, llamábamos por teléfono o hacíamos videollamada, pero de todos modos el equipo de enfermería tenía que ir a dejar los fármacos. Nos cuidamos bastante, pero igual pasamos sustos” plantea Paula con respecto al contagio de COVID.
Paula explica que “el rol que hay que tener en pandemia es de mucha contención porque se agudizaron los casos. En la primavera aumentaron los intentos suicidas de parte de los adolescentes y fue complejo. Estuvimos en la primera línea, éramos de primera necesidad. Aunque lo intentamos en un principio, tuvimos que hacer turnos, después por los aforos, se hacía muy complicada la atención por videollamada o disminuir las atenciones porque se empezaban a agudizar los casos. Estuvimos todos los días del año atendiendo durante toda la cuarentena. Afortunadamente tuvimos una red de apoyo y también implementamos ciertas estrategias y protocolos para evitar los contagios”.
En el momento más álgido de la pandemia con Valdivia por semanas en cuarentena total y situación similar en las comunas aledañas, esta trabajadora social observa en retrospectiva que “tuvimos varios trastornos alimentarios, anorexia grave porque ya no habían camas, no habían donde atenderlos. Ahí trabajamos nosotros en esa estabilización. Yo creo que la exposición a redes sociales, a estereotipos de belleza y también eso mezclado con la inestabilidad y el exceso de pantallas”
Para la trabajadora social y coordinadora del equipo hay que agregar el aumento de la violencia en muchas familias y una estructura de personalidad en desarrollo, propia de los jóvenes “todos esos puntos hace que sea todo esto súper intenso y que aumenten los porcentajes de trastornos alimentarios. Y fue grave. Hubo varias chicas que requirieron estar hospitalizadas”.
En cuanto a las habilidades sociales de jóvenes plantea que se volvió más recurrente lo regular los casos de fobia social, que no es el típico “irse para adentro” característico de algunos adolescentes. También le tocó varios casos de adicción a los videojuegos, pues “no había límites porque además todo pasó a ser virtual”.
Hilando más fino, también el tener escuela en línea evidenció las diferencias de ingresos socioecómicos “era necesario todos para poder nivelarse con el sistema, lo que hacen ahí es proveer aunque no se tengan los medios, de internet, de teléfonos celulares, de todo tipo de pantallas”.
También cree que los procesos de aprendizajes deben haber variado significativamente, pues si en un curso de un liceo municipal hay 40 niños seguramente “todos estarán con sus micrófonos y sus pantallas cerradas. Cuando tú vas a ver qué hay allá atrás, es un chico que está conectado al computador por un lado y por otro lado viendo instagram, no aprendiendo nada, sin motivación. Y tampoco motivación para salir”. A lo anterior, agregar el aumento de peso por sedentarismo y por ansiedad.
Diversos estudios a nivel nacional han explicitado el alza en casos de violencia intrafamiliar durante este período, pues el hacinamiento y la pandemia exacerbaron todo. Además de prácticas culturales en las que es más común de lo deseable la resolución violenta de los conflictos. La alteración en el bienestar de los jóvenes pasa tanto por ser víctimas de violencia como por ser testigos de ésta.
“Esto no es solo algo que pasa en pandemia, sino es un acumulativo que viene en una historia de violencia y en escalada, de un chico que hoy en día es adolescente y que viene de muchos traumas de niño es porque ha tenido una vida con violencia, abandono y precariedad, a la falta de oportunidades en muchos casos”.
Como contraparte, el equipo profesional que recibe a esta joven en problemas tiene que estar muy bien preparado “lo que más vemos que más desgasta a un equipo no es la patología de un usuario ni trabajar con su desorden alimentario o con su depresión o con las descompensaciones, las desregulaciones conductuales, sino más bien trabajar con el contexto familiar, como un sistema que no trabaja en red, que no aporta. Tu te das con un golpe sobre todo con un sistema, sobretodo con las redes que están directamente relacionadas con la vulneración de derechos” plantea la profesional.
“Yo actualmente tengo acá 15 usuarios, de los cuales tengo 8, 9 institucionalizados y de los otros que quedan, 3 o 4 que están con medida cautelar y sólo 1 tiene una patología que es clínica y orgánica y todo el resto son problemas sociales y adultos que no saben contener, que re victimizan y es súper fuerte”
Poner los pies en la tierra
Las primeras semanas que todos tuvieron que quedarse en casa las redes sociales estaban inundadas de personas cocinando platos más elaborados o leyendo libros pendientes. Pero esa no fue la situación de todos. “Nosotros acá en la región, casi todos mis usuarios son de la población San Pedro, San Pablo, en ese sector donde las casas son pareadas, chicas, donde estaban todos guardados, recluidos por el miedo que era transversal. Las personas no tenían un espacio propio, o no tenían una cama solo y tenían que pelear la tele con los 8 miembros de la familia y todo el mundo trataba de tener clases online y no todos usaban los audífonos, porque si bien hay herramientas, no todos tienen recursos”. A eso sumado muchos casos de escasez de alimentos donde las raciones que entregaba la JUNAEB en que la porción de los respectivos estudiantes en casa muchas veces se multiplicaba y distribuía. “Eso genera mayor grado de stress, frustración, discusiones y resoluciones violentas de conflictos, una cosa llamaba a la otra, ahí se produce la violencia intrafamiliar, incluso los abusos y también la necesidad de evadir y las evasiones en un sistema como este te pone a la mano el alcohol, las pastillas, los fármacos. Todo eso agravó la situación” plantea la profesional.
“Teníamos mamás agotadas porque había gente que tenía que seguir saliendo a trabajar, el obrero de la construcción o madres que tenían que salir que dejaban los hijos con las abuelas. Normalmente el colegio resolvía muchas de estas situaciones porque mantenía a los niños desde las 8 de la mañana hasta las 13.30 hrs. y en otros casos hasta las 16.. Pero hoy día están todo el día en la casa y las personas que están en la casa, los hombres, las mujeres, también están en su casa y no tienen todas las capacidades. Muchos niños, niñas y adolescentes con intentos suicidas por distintas vías, porque a eso agrégale la depresión y patologías de salud mental, las diferentes adicciones en el riesgo”.
Este país, que es un país de muchas trancas como por ejemplo el patriarcado, pero también el adultocentrismo. Entonces los viejos diciendo: “los cabros son unos flojos, puro duermen, entonces era pura crisis. Y eso generó mucho stress en todos los ámbitos”
Que pase el agua bajo el puente
Como dicen por ahí “en todos lados se cuecen habas”. Paula no por tener un agudo análisis social, su proceso de cuarentena fue algo completamente sencillo. “Fue harto aprendizaje, pero también valoramos la casa. Agradecer la posibilidad de poder darte cuenta de este proceso y que tu familia era compañera. No te digo que fue fácil porque cuando llegamos a respetar todos los acuerdos, poder llegar a mirar de esta manera, no fue mágico. Fueron hartas tensiones y amurramientos de todos. Cada uno defendió con mucho ahinco y de acuerdo a su personalidad su postura hasta que nos dimos cuenta que no funcionaba así”.
También hubo que hacer ciertas modificaciones en la casa. Dado que no tenían dinero para hacer otra pieza y darle más espacio a cada uno de los hijos, la pieza más grande la dividieron en dos. “Los niños aceptaron moverse de su zona de confort”. También hicieron un techo en el patio para poder salir afuera y no mojarse.
Los platos sucios se acumularon a pesar de todos los esfuerzos, pues su pareja estaba a cargo tiempo completo de los 3 hijes mientras Paula iba al trabajo. Cuando ya se pudo en términos sanitarios, contrataron a una persona que les ayudara con el aseo. “Hubo que poner la mano en el bolsillo porque era una cosa súper frustrante para mí ver los platos sucios y yo llegaba muy cansada como para ponerme a lavar. Además se les asignaron tareas a los niños como el cuidado y alimentación del perro”.
Con pequeños pasos lograron organizarse, para formar rutinas que se transformen en hábitos, hasta que lograron salir a flote y así llegó un poco de calma. Hubo que soltar rienda al rendimiento en la escuela porque claramente Paula se dio cuenta que los escolares no hacían todas las tareas que decían que hacían. Igual siente que quedó más casera de lo habitual y que la plata les rendía más porque no se podía salir.
La experiencia de Paula y su familia durante la pandemia, dónde la forma de vida cambió inesperadamente, fue lo que se vivió en millones de hogares en todo el mundo. La emergencia sanitaria por el Covid-19 cambió la forma de habitar los espacios privados y públicos. Mientras el trabajo, la educación y la socialización se virtualizaron dejando de manifiesto una vez más las grandes diferencias no sólo socioeconómicas y culturales; sino también los recursos emocionales y la salud mental que cada persona tuvo y tiene para enfrentar estos cambios, aspectos que se han puesto claramente en jaque en la sociedad actual durante el último tiempo.